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miércoles, 22 de febrero de 2017

Análisis critico del suicida



En primera instancia, vale aclarar que es erróneo llamar suicida solo a quienes se asesinan realmente, ya que la gran mayoría de las personas con esta naturaleza no logra activar nunca su final violento. Es bien sabido que estos individuos sienten como si caminaran por una finísima cornisa en el vértigo de la vida, donde el más mínimo empujón (propio o ajeno) alcanza para caer al vació. Estas personas se caracterizan principalmente por tener la certeza de que el suicidio es la manera más probable en la que terminará su vida (al menos esa es la idea). 

Este interesante pensamiento tiene origen en la juventud y acompaña sus pasos por la tierra durante toda su vida (no hay que confundirlo con falta de vitalidad). En realidad, entre los suicidas se encuentran algunos de los individuos más formidables. Pero así como hay naturalezas que ante el mínimo malestar son propensas a mareos y nauseas, estas personas (siempre de almas sensibles) ante cualquier inconformidad, malestar o agonía sienten al mundo embestir contra ellos y se entregan dócilmente a la idea-consuelo del suicidio.

Imagínense que todo el tiempo esta abierto el camino a la muerte como salida de emergencia, y aunque pueda parecer cobarde o débil, generalmente la-ilusión-de-control en la que radica el punto de vista "igual esto se termina cuando yo quiera" los empuja a aguantar siempre un poco más cada día. Siendo tal el caso que realmente llegan a ser muy pocos los que alguna vez ponen en practica el plan de escape. 

Para otros menos comprensivos son simplemente "suicidas" porque ven la redención en la muerte y no en la vida, se encuentran jugando a préstamo en el equipo de los vivos o contando los días hasta que se rebalse el vaso que tanto tiempo aguantaron y mediante esa última gota desaten el sorpresivo gran final (claro que para ellos nunca es sorpresa).

Por otra parte, todos los suicidas mantienen una lucha interna y constante contra la tentación del acto en si, ya que todos saben en el fondo de su alma que es una salida claro, pero es vergonzosa. Saben que sería mucho más noble morir de pie en la pelea eterna, derrotado por la vida misma que por su propia mano. Este paradigma obliga a los suicidas a vivir en discordia consigo mismos, así como el cleptómano lucha contra su vicio, estos individuos se reprochan en silencio el ser de ese modo y sufren con su carga de aburrimiento y testarudez, y en este punto quiero hacer otra aclaración:

Cabe considerar al aburrimiento como detonante, y hagamos hincapié en que los animales jamás se aburren, por ejemplo fijemos nuestra atención un momento en una vaca rumiando hierba, cada día la misma hierba, tendida rumiando sin parar, siempre igual; sin embargo jamas se aburre porque su mente es demasiado tosca.
Para aburrirse hace falta una gran sensibilidad, cuánto más grande sea la sensibilidad del sujeto mayor sera su aburrimiento. Por ejemplo los niños tampoco se aburren (ellos están más cerca del mundo animal que del humano) por eso todavía disfrutan con las cosas simples de la vida. Pueden ir a cazar mariposas cada día y no aburrirse. Si terminamos de contarle una historia a un niño, nos responderá algo como "cuéntala de nuevo".

Cuando uno es muy sensible se siente fácilmente aburrido y la vida parece carente de significado, como si todo fuera un accidente sin propósito que se dirige hacia la nada. Y asi continua hasta que (generalmente mas temprano que tarde) llega el momento en que uno esta tan profunda y sinceramente aburrido, tan cansado del sinsentido y de que nada lo llene, que empieza a pensar en suicidarse.



Instrucciones para suicidarse

Dejando de lado todos los motivos particulares y enfocándonos directamente en el gran final, elija su ropa más elegante o la que mejor le siente, disfrute de una última cena y agradezca con exagerada amabilidad todo lo bueno que le ocurra en su día. 

Tranquilamente encierrese en su habitación y ponga la música de su mayor agrado, aquella con la que alguna vez el mundo pareció ser un lugar lleno de belleza; ahora deje a un costado la sensiblería y póngase firme. Si empieza a dudar no se detenga y escriba de una buena vez su nota (Yuigon o zeppitsu: poema de despedida que deja el samurai antes de ejecutar el Harakiri). Luego tome una aspirina para acelerar su flujo sanguíneo y elija el objeto filoso de su preferencia.

Salga del cuarto y vaya directo al baño, una vez allí mírese al espejo y recorra su triste rostro por ultima vez. Deslicese dentro de la bañera (en caso de no contar con bañera sentarse bajo la ducha) y corte de un tajo con un golpe seco verticalmente desde su muñeca hasta donde alcance. Repita hasta que se empiecen a apreciar los resultados. 

Relájese y cierre los ojos, no debería demorar más de algunos minutos, mientras tanto entréguese con miedo pero dócilmente a la nada absoluta y no se aferre a ningún recuerdo o pensamiento porque a partir de ahora, no le harán falta.







7 comentarios:

  1. Ya (casi) es una adicción leerte.
    Gracias por compartir.

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  2. Me encanta todo lo que escribis!! Mucha suerte, ojala algún día saques un libro

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  3. Los últimos dos párrafos mal-copiando a Cortázar juaz

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    1. se llama paralelismo y es obvia mi intención de que se note que estoy imitando a Cortazar, un autor que inspiro completamente mi vocación de escritor.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Escribís muy bien, yo tengo ese mambo en mi cabeza hace mucho y lo describiste perfectamente seguí asii mannn

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