Padre Techno

Los sueños imposibles pronuncian mal el inglés

yo soy el que le robó el flow al pibito ese y al que mearon desde una estrella Pero lejos de espantarme de la lluvia dorada Abrí la boca par...

martes, 16 de agosto de 2016

Cuento II: Cinco de copas

Mientras mezclaba los naipes españoles recuerda a su gente Tiburcio y piensa en las muchas partidas de truco que juntos abordaron, como compañeros eran formidables; nadie podía sincronizarse tan bien como ellos dos, parecían un solo jugador, "porque algo importante en este juego es la fuerza mental" ;sin embargo cuando eran rivales, cuando estos dos grandes hemisferios se enfrentaban la tensión se podía cortar como manteca y ver a través de ella, y lo que se veía era a dos jugadores tan yapu que sorteaban un partido insostenible."El arte de este juego es la mentira".


Entonces sintió que se le erizaban los vellos de la nuca y del brazo, se sirvió un mate bien armado y cargado, casi como el deseo del ultimo cigarrillo a un hombre que va a ser fusilado. Puso el mazo a su derecha y la muerte, sin prisa corto la baraja como si siempre hubiera estado allí. Tomas se pregonaba para su ultima danza y sin miedo pero dócilmente, se entrego a su voluntad y como un caballero, agarro las cartas y comenzó a repartir ágilmente dando, obvio, desde abajo.



La primera mano vino jodida, dos de oro, cinco de copas y el caballo de basto. No la orejeo para que su rival no lo viera escarmentando desde el comienzo, confiaba en su buena estrella de todas maneras, y a la larga, "en la cancha se nota" . 

La muerte maulló primero:
-Envido.
-No quiero.
1 - 0 en favor de la muerte, que juega una sota de espadas.
Tomas agresivo y sin mostrar ninguna de sus cartas, apura con:
-Mato y truco.
-Quiero.
Juega el once de basto y arriba el dos de oro.
La muerte suspira, inflando el pecho resopla:
-Quiero retruco.
El chuso sabe que el que gana la primera mano tiene la confianza de entrada  y mete presión al otro, lo deja remando contra la corriente. Pero también sabe que su rival podría irse hasta 4 tantos, y en un partido corto como este, solo eso puede hacer falta para terminarlo en la próxima mano. No quiere correr, pero no tiene nada, un cinco de copas, misero cinco de copas, igual o mas inútil que el cuatro. Y siente en las sienes un calor, como un soplete de dudas, pero permanece incorruptible su semblante cuando contesta:
-No quiero.


3 - 0 en favor de la muerte.



El atardecer se enciende un poco más por sobre las nubes naranjas mientras sucede que ya están repartidas las seis cartas, cada uno alza lo que le corresponde. Esta vez, Tomas despacito las levanta y ve primero un güembe de oro, arriba, asomándose hay tres rayitas "espada" piensa, y casi ordenándolo con la mirada, la tercer carta también tiene tres rayas. Entonces, las separa efusivo y distante canta:

-Envido.
-Quiero, treinta y uno - Vocifera burlona la muerte.
Ahora Tomas, achicado, reconoce "son buenos", y tira el güembe.
La muerte mata con un dos de basto y replica:
-Truco.
El chuso sabe que va 5 - 0 abajo, y en caso de perder esta mano, perdió la partida, listo, nos vemos, zapatero viejo, no viejo, no puede ser, no chamigo,"tengo que confiar, confiar en el corazón de las cartas". Y entonces mira su mano y sin mostrar ni una pizca de lo que le sucedía por adentro contesta:
-Quiero.
Y sentencia su destino, se juega al todo por el todo, depende de lo que suelte la muerte, una situación arriesgada, pero "aquel que ama el abismo, debe tener alas".
La muerte juega el siete de oro. Aseguradora, fría.
Pero Tomas es viejo y chuso. Cambiando de postura, tirándose hacia adelante, deja el sudado respaldo de la silleta, sostiene las dos cartas indiferentemente, como si no importaran, y con una frialdad casi inhumana comenta:
-Quiero retruco.
-¡Quiero!
Y la muerte sabe, sabe que cometió un error, y que subestimo a su adversario y estas sospechas solo son confirmadas cuando Tomas juega el siete de espadas y atosigador, empuja y presiona el ambiente diciendo "¿No queres más?". 
Y callada, con sus vacíos ojos negros, la muerte tira el cuatro de oro al mismo tiempo que:
-Treinta y uno en mesa.
El chuso, aliviado y seguro de su buena estrella juega en paz el tres de espadas que tenia apretado contra él como una granada de mano.


5 - 3 en favor de la muerte.





miércoles, 3 de agosto de 2016

Cuento I: La melancolia del sauce

Ágil con las manos, mezcla sin mirar los naipes de la baraja española, los que tienen la espalda rosa color vino tinto con triángulos celestes, esos desgastados de tantos juegos y tanto tiempo. Sentado con las piernas abiertas y la espalda recostada en su silleta deshilachada. La pava caliente se posa en una mesita circular a la altura de las rodillas, color caoba con cuatro clavos prominentes y bamboleante sostiene el mate de guampa de toro.
Su mente esta ausente, como existiendo en una realidad paralela en donde él no esta sentado, sudando por adentro, apretando sus sentimientos. La preocupación aumenta gradualmente como el sonido de una gotera en una habitación sin muebles. Mira su reloj y solo han pasado treinta segundos, es como si la unidad de medida del tiempo en sus pensamientos fuera densa y prolongada, se imagina vidas enteras entre parpadeos. Piensa en que ayer a esta hora si se lo contaban no hubiera ni escuchado, estaba muy ocupado planeando el viaje.

Hace veinticuatro horas atrás pensaba que no tenia mucha gente que informar de su partida pero quería despedirseEstaba muy emocionado por conocer finalmente a su bisnieto, varón encima. Para él la familia y los amigos son las cosas mas importantes de la vida, las personas especiales para uno; por eso deja Mercedes, su pueblo Paybure, y con un "pintadito" dice adiós. Como despedía del lugar, poco le importaba que la cantina este vacía. Su silueta era lo único que llenaba la barra iluminada por el foco que pintaba todo de un amarillo que lejos de hacer cálido el lugar, resaltaba lo lúgubre de la pista desolada. Y cuando una conciencia parecía consumirse en la bruma caliente del aire húmedo, un escalofrió hace aclarar la garganta y agudizar el oído. Se da la vuelta sin mostrar ninguna expresión en su semblante taciturno y rígido, piel curtida por el sol con ojos fuertes y firmes. Ladea un poco la cabeza y percibe que una nueva presencia va entrando en zancadas que cortan el peso de la noche, un bamboleo de bombachas oscuras apretadas por una faja adornada con monedas de plata. Un sombrero negro sin detalles y un poncho también negro,"parecía el carau el tipo" mientras se abría paso lento y oscuro como las noches sin luna en el campo.
El hombre toma asiento, pide caña y se la toma de un trago. Tomas lo observa sin permitirse impresionar, enciende un cigarrillo de tabaco. Las luces titilan cautas, el aire se asfixia con el humo que ahoga la atmósfera cuando el desconocido súbitamente dice: Tomas De Quinciana.
Y cuando sus ojos marrones color miel cálidos chocan con la mirada despedazada por los manotazos de ahogados de mil vidas, Tomas entendió, a la primera, sin ayuda de nadie; él ágil de mente y rápido para cazar siempre todo al vuelo de la primera impresión. Como se sabe en estos casos, es bravo decir algo que no sobre, entonces probo: 
-Chuso, para los amigos
El tipo masco una especie de mueca, y dijo:
-Yo soy buen amigo tuyo... Chuso.
Tomas, bicho de pueblo, sabia que el mundo es un pañuelo, y siguiéndole el juego contesto:
-En buena noche nos vinimos en encontrar, me estoy yendo de mis pagos.
-Ya se que te vas, yo te vine a buscar.
Esa ultima frase dejo un eco resonando e interesado replegó:
-¿Y se puede saber para qué?
Y la sonrisa de la muerte se volvió evidente cuando con bellos dientes y aguantando la risa comento:
-Nos vamos Tomas, se te termino el tiempo.
Y supo de inmediato que no era una broma, su intuición de gaucho le decía que en el fondo algo de verdad había, un tipo como él, cuerpo de viejo y mente de viejo, curtido por los años, ojos llenos de monte y noches como sabanas de estrellas. Él que tanto había cabalgado y amado esa llanura interminable de esteros y animales, lagunas como espejos y ojos como charcos. Satisfecho pisaba sus sesenta y pico de años, pero le faltaba aún algo, porque había jurado el día que se entero que Francisco tuvo un hijo, el día que se entero que iba a ser bisabuelo. Había pedido al gauchito gil que lo dejara conocer a todos sus nietos antes de morir y confiaba en su buena estrella. "Yo nací bajo la cruz del sur, estas estrellas me cuidan la espalda y acompañan los pasos sobre la tierra".
Entonces, firme repuso:
-Si me ganas un partido de truco, me voy sin pretextos ni vueltas.
Y a la muerte como siempre tan loca le gusto, y sin apurarse pregunto ambiciosa:
-¿Y por qué debería aceptar? Esto es prolongar lo inevitable, tu vida es una vela con poca cera.
Tomas, elocuente con las palabras, no se achico, es más, alegre de entrar en debate, replico:
-Bien sabrás que soy el mejor jugador de truco del pueblo, puedo pecar de vanidoso y decir que soy el mejor del Litoral, sin mentir soy el mejor que conozco, y si hay alguien que conoce mucho de todo soy yo. Nadie ha tenido tantos trabajos y tan variados como yo, no diré que soy primero de Mayo, pero las jornadas de sol a sol adjuntadas a mi lomo son prueba y testimonio de que nadie puede decir de mi que soy un haragán. Así también he tenido cancha y campo para demostrar quien soy, pues El chuso no me dicen por decir señor, usted no dejara pasar mansa oportunidad de enfrentar a un buen rival y ponerle emoción a su rutina de llantos y pataleos, aquí hay enfrentamiento y duelo, algo en juego, vida a su muerte, señor.
La muerte, chocha, apretó los dientes y acepto, decidió las condiciones del juego:
"A siete, de corrido. Sin Flor, Tapa una tapa todas"
El chuso eligió el horario, "mañana al atardecer"
El lugar, fue de mutuo acuerdo, justo frente a su rancho, frente la puesta del sol, bajo los sauces llorones y el canto de las chicharras. Desde ese momento de la noche no pudo pensar en otra cosa, se sentía afinado como una guitarra y jugado, re contra jugado, ansioso como una pava al fuego.