Una noche estrellada bajo unas pocas
nubes discordantes
Me encontraba dejando huellas en
arena blanca.
Perdido entre millones de miradas
observando el firmamento,
Me encontré junto a dos
seres de luz.
Natalia y Tiburcia.
Ellas intercambiaban palabras
afectuosas de una memoria familiar
Así supe entonces que
éramos espíritus libres pero conectados
Como una telaraña que en cada cruce
se entrelaza sobre sí misma
Y se hace más fuerte.
Toda la calma del universo se
consagro en los siguientes momentos,
Cuando con calidez y sencillez mire a
los ojos de mi guía, Elmer.
Elmer quien solo a
Natalia conocía.
Todo esto desemboco en
una conversación en la que no elegí palabras,
Porque el interés en
conocernos era mutuo.
Nunca voy a olvidar
ese cálido rostro, esa mirada que me atravesó.
Así debió haberse
sentido Castaneda.
Finalmente había encontrado
a mi guía, Había encontrado un Maestro.
Sentí estar muy cerca de lo que
estaba buscando.
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